3 de mayo de 2010

Las tres zorras

No dejes que este mundo roto estropee tu sonrisa, leré. Escucho Macaco y una canción ya te arragla el mes casi. Estaba recordando yo viniendo al trabajo de copiloto el cómo fué, así por encima, mi parbulario. No recuerdo si fuí a la guardería, pero el parbulario lo recuerdo, jodo si lo recuerdo. Mis padres dicen que es imposible, pero con tan pocos años hay cosas que se te quedan, y hasta acabas siendo como eres en parte por ello.

En una laguna inmensa que es el principio de la niñez tengo muchas islas y recordaba eso, unas cuantas, las más peladas y las que menos cocos tenían para sobrevivir. Recordé que en el parbulario del Nazaret los crios eran crueles. Había buena gente, tengo amigos de entonces y tal, pero siemrpe habia un aspirante a macarra que me decía que no jugaba con ellos a vaqueros e indios. Menuda tonteria me digo ahora, pero entonces eran un huevo de horas rodeado de ajenos que se divertían entre ellos y que no me dejaban jugar. Tuve que divertirme unos años yo solo. 

Los mejores días eran los días en los que llovía, porque la monotonía se rompía. Quedabamos encerrados en un espacio reducido, el patio no existía y o te divertías con los compañeros de clase o acababas de cara a la pared dandote cabezazos. Recuerdo que me encantaban las pelirrojas, lo debemos llevar en los genes, porque para mí el porno amateur todavía no existía. Y podía jugar con ellas, había dos recuerdo. Siempre venía el macarra y me decía "qué haces jugando con ellas?" como si fuesen dos coches de juguetes de su propiedad. Es posible que ahora venda casas, y también es posible que se haya agenciado un par de putas en Sants, en ese chaval todo cabía entonces. pero lo mejor de esos días era el cuando te dejaban salir al patio por fin, y podías acudir a los sitios donde solías jugar: A los agujeros de los pequeños hormigueros. Esas hormigas no te decían que no podías jugar con ellas. Ni podían hablar ni estaban por jugar, tu te dedicabas a ponerles obstáculos y ver cómo se lo curraban. Hoy cualquier budista me diría que he conseguido que todas y cada unas de ellas haya podido pasar a ser un ser superior porque se lo curraron. 

Era genial el estar en los hormigueros tras la lluvia porque entonces no tenías que destruir o perseguir a ninguna, reconstruian algo que se había derrumbado por completo. Solo tenías que mirar. A veces cogía a alguna y la ponía sobre una hoja de árbol. Sentía gotas de agua caerme por la nuca y me pelaba de frío y tal, pero ese día nadie me daba el coñazo y tenía algo que no controlaba nadie, y algo en lo que nadie se fijaba, todos con sus gilipolleces de vaqueros e indios, futbol y peleas con puños cerrados que al final eran solo un te empujo me empujas y nos enfurruñamos.

Recuerdo también a las monjas sin dejarme ir al lavabo a la hora de comer, y ponerme a la luz del sol para que me secase. Siempre le sonreían am i madre como si fuesen amigas para siempre. Supuestas hijas de puta. Ni dejaban mear. Y había tres zorras en la clase, que siempre venían, se agachaban, me olían el culo y le decían a todos en voz alta "se ha cagado!" a primera hora. Ya podías haberte duchado a primera hora y llevar el culo de talco hasta arriba que las tres zorras tenían que gritar lo mismo a primera hora. Si hoy estuviese allí solo tendría dos brazos pero ya te digo que al menos cuando se agachasen cogería dos cabezas y no las soltaría de mi trasero hasta que las hubiese sulfatado a base de pedos mientras sonriese a carcajadas. Puestos a quedar como el que se cagaba en clase, darme el gusto y el placer y decirme a mí mismo "hoy si, hoy me he cagado pero bien, y en tu puta cara". 

Yo ahora con mi edad no contengo tanta maldad como aquellos micronazis de parbulitos. En su próxima vida se reencarnarán en hormigas, eso sí. Y un chaval aburrido los puteará sobre hojas en charcos. Y entonces lo entenderán todo.

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