28 de abril de 2010

Snow a lo pobre

En el metro de Barcelona, yendo y volviendo de trabajar o de venir de ver a Gema, al ir solo en mi mundo me soltaba de las barras en las curvas, y ésa es la sensación más parecida a hacer snow, snow a lo pobre, que he tenido en BCN sin pagar. No sé cómo me mirarían pero por un segundo dejaba de estar en BCN.

Si Goya volviese a nacer y tuviese que volver a dibujar cuadros (digo tuviese porque el vivir hoy de dibujar cuadros sería mejor dicho diseñar pósters y serían unas risas las consideraciones) dibujaría a la gente que se sube en el metro y subraya o hace sopas de letras a media tarde mientras el vagón se tambalea. Sus caras son naturales 100%, osea nada que veas por la tele. Se deforman según la dificultad de los enigmas.

El que toca el acordeón se inclina hacia la derecha o la izquierda según llegan las curvas y hacia a donde, sin mirar, como si se las supiese de memoria. El cabrón pone cara hasta de dormido, todo rumano o palestino o ensaladilla rusa de razas él, dormido, guardando el equilibrio y tocando el acordeón, y hasta dando las gracias en tres idiomas. Sin abrir los ojos.

Ahí abajo no hay ricos y pobres, hay sentados y alzados. Están los enamorados, los sexys, los gitanos, los japoneses visitantes, los japoneses locales, los ingleses del partido de ésta noche, los modernos que van al liceo, los nuevos ricos que creen que es muy humano recordar lo que era ser pobre yendo en metro (aunque en el fondo lo que quieren es no tener que joderse tanto buscando aparcamiento, y no empobrecer al salir de un párking), está el yayo que huele a yayo y la chavala que parece un dibujo manga.

Eso podía ser un viaje en el metro de BCN de un miercoles cualquiera.

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