27 de abril de 2010

Cobre y bronce

Ayer soñé que viajaba en las tripas de un helicóptero, con un metrallón entre las manos que era lo peor que había inventado algún dios, con mi ropa harapienta y una de mis camisetas preferidas, mis gafas de sol y unos de esos cascos que te cubren todos los oídos, donde no sonaban órdenes ni gritos ni exigéncias sino canciones de las que amplían horizontes y te hacen sentir la frente pesada. Y corrían por los campos de arroz miles y miles de tipos vestidos con americanas y corbatas, veía cómo las corbatas intentaban escapar de sus cuellos con el viento, y hasta sus maletines y portátiles se abrían de forma accidental casi pidiendo un socorro inerte, mientras yo segúía abriendo fuego sobre ellos, y escuchando mi música favorita. A veces ni apuntaba, dejaba descargarse casquillos y balas sobre los campos de arroz y empresarios mientras miraba las puestas de sol.

Bronce y cobre caía sobre los campos de arroz mientras lo único que buscaban mis ojos era el evadirse de todo cuando rotaba el helicóptero y el sol cegaba por momentos.

Fué un sueño realmente tranquilizante, si entonces sonreía en paz. Y Elástica sonaba de puta madre.

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